por Jorge Andrés Angarita Solano ** y Manuel Andrés Lázaro Quintero ***
El presente trabajo pretende ilustrar la educación en el Catatumbo a través de cuatro metáforas que corresponden a cuatro medidas de precaución que se han vuelto cotidianas en la emergencia de la Covid-19, estas son: el tapabocas, lavarse las manos, la cuarentena y el distanciamiento social. La estructura metodológica de la investigación estuvo determinada del siguiente modo: 1) observación directa mediante la elaboración y aplicación del instrumento de recolección de información, en este caso la entrevista; 2) revisión documental y análisis de texto donde se referenciaron los diversos contextos del Catatumbo, principalmente en lo que tiene que ver con el campo de la educación; y 3) conclusiones y recomendaciones.
Catatumbo en lengua barí significa casa del trueno. Es una gran región que comparte frontera con el vecino país de Venezuela, está ubicada en el departamento de Norte de Santander e integra los municipios de Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa de Belén, Ocaña, El Carmen, El Tarra, Tibú y Sardinata, incluyendo los resguardos indígenas motilón-barí que, a su vez, se ubican en Convención, El Carmen, Teorama y Catalaura en la Gabarra, Tibú.
El Barí es un pueblo indígena binacional, asentando históricamente en un territorio que abarca zonas de lo que en la actualidad son Colombia y Venezuela. En Colombia ocuparon grandes extensiones de tierra que comprendían la gran cuenca del río Catatumbo y la serranía del Perijá, en lo que hoy se conoce como el departamento del Cesar, los valles de Pamplonita, el Zulia y Cúcuta. En Venezuela estaban en una región que llegaba hasta el lago Maracaibo, cubriendo zonas de los estados Zulia y Barinas. (CNMH, 2018, pág.45)
Debido a la extensión y diversidad de esta subregión, la mayoría de las personas usan una triple distinción para ubicarse en el Catatumbo. El bajo Catatumbo, que corresponde a la planicie que abarca los municipios de Tibú y Sardinata; El Catatumbo medio, que se extiende desde el municipio de el Tarra hasta Teorama y cobija los corregimientos de San pablo, El aserrío y la Cecilia; y, finalmente, el Catatumbo alto, que corresponde a la zona montañosa y está constituido por los municipios de Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, la Playa de Belén, El Carmen y Ocaña.
Durante mucho tiempo esta subregión ha estado al margen de la vida nacional y, en algunos casos, sigue siendo una zona incógnita para la mayoría de los colombianos, quienes desconocen que, durante décadas, esta región ha venido librando una larga e irregular guerra en la que han desfilado diferentes actores tanto nacionales como internacionales. La Universidad Santo Tomás mediante la Decanatura de División de Educación Abierta ya Distancia (DUAD) ha tenido presencia en el Catatumbo alto en los últimos treinta años, formando, principalmente, profesionales de la educación.
La pandemia que estamos viviendo nos está cuestionando sobre múltiples prácticas y costumbres que venimos interpretando mal en el pentagrama de la vida. También nos está mostrando lo vulnerables y mezquinos que somos, pero, de igual manera, ha dejado rendijas por donde entra la luz de la solidaridad, la humanidad y la fraternidad que permiten pensarnos de una manera diferente a como veníamos caminando. En este contexto hemos podido crear un lenguaje común que articula procesos de prevención y que nos ayudan a evitar la propagación del virus y cuidarnos mutuamente. El lenguaje de la Covid-19 ha permitido escribir libros, artículos, conferencias, realizar documentales, seminarios web, programas de radio, televisión y aplicaciones.
Tapabocas
Poder escribir o decir algo en y desde el Catatumbo es ya un acto revolucionario. El Catatumbo, desde hace décadas, lleva puesto un tapabocas, es decir, ha tenido que permanecer con la boca tapada, condenado al silencio y amordazado para contar su historia, su narrativa de dolor y de guerra, sin poder expresar la fuerza de su esperanza .
El tapabocas, cubrebocas, o mascarilla, que se usa hoy en día con mucha frecuencia para prevenir a la sociedad de contagiarse de la Covid-19, es también una expresión que, según la RAE, indica un “dicho o acción con que se hace callar a alguien, especialmente cuando se le convence de que es falso lo que dice ”(RAE, 2020). En el Catatumbo el uso del tapabocas no es nuevo, siempre se ha usado, aunque no para prevenir a la sociedad de algo infeccioso, sino para callar la verdad, para tapar la memoria, para matar la justicia social, para silenciar la paz, la diferencia y la libertad. De esta manera, el tapabocas es símbolo de silencio impuesto, de denuncia no anunciada, de impotencia ante tantas injusticias sociales.Las bocas están cerradas y selladas con candado de terror… Lenguas inmovilizadas con las cuerdas del terror… La guerra de los callados, suave, oye, ven callado. La guerra mata al hermano ¡queremos la paz! (Arroyo, 1990). Estas frases de la canción “ La guerra de los callados ”, compuesta por Álvaro José Arroyo y dedicada a la Medellín de finales de los años ochenta, puntualizan la continua que se vive, se siente, se recicla, se repite en Colombia, pero que en regiones como el Catatumbo no se puede decir.Por lo menos sus habitantes no pueden expresar lo que pasa y prefieren el silencio, en el mejor de los casos, o la indiferencia, en el peor de estos, porque están condenados a permanecer con tapabocas oa morir diciendo la verdad que sufre la región en esta guerra de los callados.
En 2017 el Gobierno nacional creó, a través del decreto 1650, las denominadas zonas más afectadas por el conflicto armado (Zomac), de las que hace parte la región del Catatumbo, en especial los ocho municipios priorizados con programas de desarrollo con enfoque territorial ( PDET), Convención, Teorama, San Calixto, El Carmen, El tarra, Hacarí, Sardinata y Tibú. El Plan de Acción Para la Transformación Regional (PATR) Catatumbo nos habla de un territorio con una trama de complejidad: “Con la prevalencia del conflicto armado interno en etapa de degradación soportado en el control de los negocios ilícitos” (art, 2018, p .45). Debemos agregar que hay siembra de coca a gran escala, tráfico de armas, explotación de los recursos naturales, carbón, petróleo, válvulas y cocinas de pategrillo, y aumento del monocultivo de la palma africana en el Catatumbo bajo, en Tibú y Sardinata, que deforesta diariamente hectáreas de selvas tropicales y fuentes hídricas en una zona estratégica de frontera con Venezuela con un alto grado de migración; todo esto en un territorio ancestral del pueblo barí. A este coctel social, señala la Agencia para la Renovación del territorio (pata), “lo acompaña un escenario de abandono estatal, baja y desenfocada inversión social y económica, inexistencia de un modelo de desarrollo propio y fuerte desconocimiento de la diferencia y diversidad de los aspectos territoriales ”(Art, 2018, p. 46).
Si bien es cierto que en 2017 fuimos el segundo país más feliz del mundo (El Tiempo, 2018), con un gran porcentaje de optimismo, hoy en día, y desde hace muchos años, somos uno de los países más violentos del mundo. “Colombia es tal vez el país donde los defensores de derechos humanos viven con más zozobra, incluso por encima de países que están en guerra” (Ávila, 2020, p. 38). En Colombia todo pasa muy rápido, sin poder asimilarse, especialmente la violencia. Un suceso de terror supera al otro sin acabar de entenderse y hacer duelo. La violencia se volvió un círculo de noticias, información diaria que no deja espacio a la reacción ya la reflexión. Cuando estamos saliendo de un suceso trágico nos sorprende uno nuevo.En 2020 asistimos a una oleada de muertes, masacres, secuestros y terror. En una guerra interminable en las regiones como el Catatumbo no han tenido tiempo de reflexionar, analizar, hacer duelo de sus tragedias; la fusión de la guerra y el narcotráfico no permiten, aquí siguen los desplazamientos, la intimidación, las extorsiones, los grupos armados se fortalecen, incluso los que parecían ya terminados se han renovado, y en medio de este conflicto hablar o trabajar por la paz es muy arriesgado, al que lo intente se le tapa la boca. Nos llamó la atención que de todos los docentes entrevistados ninguno hizo alusión al proceso de paz que el Gobierno de Juan Manuel Santos firmó en 2016 con las FARC-EP. ¿Desconocimiento ?, ¿indiferencia? o ¿miedo y desesperanza?Se constata que la guerra no solo nos calló la boca, sino que también nos quitó la capacidad de protestar, la utopía de otro mundo diferente, la construcción de la paz, desdibujó los ideales sociales y la lucha por el bien común. También evidenciamos que los docentes entrevistados estaban prevenidos al dar sus respuestas, algunas preguntas prefirieron no contestarlas o callar. Esto nos cuestiona, pero es una realidad en este territorio. Aquí el conflicto sigue vivo.
Es muy difícil ser docente con la presencia de grupos armados que crean ambientes de temor e incertidumbre en las comunidades. Este accionar recae también en el sistema educativo. Aquí hay un gran problema de inequidad. Si no hay alternativas los niños se van para la guerra. El EPL, el ELN, las disidencias y las bandas criminales silencian la educación. Hay cohibición de información para dar clases y realizar una buena investigación. No se puede reflexionar sobre lo que se vive en el contexto. Las voces son silenciadas. Siguen los reclutamientos de menores para la guerra y para el trabajo en cultivos ilícitos.Manifiesta una docente de Convención: “Los docentes somos espectadores del conflicto porque de hablar ponemos en riesgo nuestras vidas y nuestras familias”.
Lavarse las manos
Con la aparición de la Covid-19 se ha vuelto imperante la acción de lavarse las manos en todo momento, siempre que se tuviese en contacto con cualquier superficie, persona o cosa. Hemos asistido a una cantidad de tutoriales de YouTube, transmisiones televisivas y abundante información a través de las redes sociales, artículos de revistas y diarios sobre esta práctica que busca ilustrar la manera de cómo hacerlo y cuándo, así como el tiempo de duración para mantener una adecuada asepsia.
De nuevo se ha desempolvado la historia del lavado de manos, sus orígenes y usos para explicar y recordar su importancia como práctica de origen religiosa más que higiénica, así lo deja ver la biblia: “Se lavarán las manos y los pies, para no morir . Este es un decreto irrevocable para Aarón y sus descendientes, a través de las generaciones ”(San Pablo, Éxodo 30:21). También el mundo islámico incorporó desde sus orígenes las abluciones de manos como costumbre religiosa: “Cuando os pongáis en pie para la oración, lavad vuestra cara y vuestras manos hasta los codos y pasad la mano [húmeda] por vuestras cabezas y por vuestros pies hasta los empeines ”(Corán 5: 6, sf).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) preocupada por la pandemia de la covid-19 ha realizado todo un despliegue logístico para instruir en el lavado de manos como una práctica sencilla que puede salvar la vida de las personas, debido a que “lavarse las manos con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón mata el virus si este está en sus manos ”(OMS, 2020).
Pero más allá de todas las especificaciones médicas y científicas, así como su utilidad en la lucha contra el nuevo brote de coronavirus, interesa aquí el uso metafórico de la expresión "lavarse las manos", que es empleado tan cotidianamente para referirse a aquella forma de no responsabilizarse de algo, y recordada en este personaje neotestamentario quien en un acto simbólico también se lavó las manos. “Al darse cuenta Pilato de que no conseguía nada, sino que más bien aumentaba el alboroto, pidió agua y se lavó las manos delante del pueblo. Y les dijo: 'Ustedes responden por su sangre, yo no tengo la culpa' ”(Biblia Latinoamericana, Mateo 27:24).
Desentenderse de las situaciones, hacerse el de la vista gorda frente a las responsabilidades y decisiones es lavarse las manos. Si algo ha quedado claro en el contexto de la pandemia ha sido el desentendimiento del Estado en materia educativa en la región. La covid-19 ha permitido ver el poco o nulo compromiso del Estado tanto con docentes como con los estudiantes y comunidades del Catatumbo. En la entrevista realizada de manera aleatoria a los profesores egresados o estudiantes de la Universidad Santo Tomás, que trabajan en diferentes partes del Catatumbo alto, todos ellos coincidían en que, si bien la ayuda del Estado antes de la pandemia ha sido solo impartir incipientes capacitaciones y, en algunos casos, dotaciones de materiales, lo cierto es que el panorama es desalentador.Las infraestructuras escolares están en decadencia, no hay equipos, implementos y dotaciones de las aulas ni materiales didácticos; las pocas acciones que se han realizado han sido iniciativa de los padres de familia y de los docentes acciones comunitarias.
Los profesores coinciden en que el Estado ha tenido acciones de intervención en infraestructura y material didáctico gracias a las acciones de las alcaldías, como en el caso de algunas instituciones educativas pertenecientes al municipio de la Playa de Belén, pero esto no es una constante sino más bien una excepción en la regla, ya que es parte de una iniciativa de Gobierno local.
La totalidad de los docentes están de acuerdo en que la presencia del Estado en el Catatumbo es diferenciada, es decir, una presencia reducida a la acción militar. Esto genera sospecha y desconfianza en la institucionalidad, dado que de la mano de la presencia diferenciada del Estado aparece la necropolítica
como ejercicio del poder soberano del Estado sobre el derecho de matar, que sería ejercido en un plano más concreto contra los grupos establecidos en zonas donde el Estado no tenía el control directo, y donde no podía imponerlo mediante mecanismos tradicionales. (Zúñiga y Palis, 2019)
Los docentes del Catatumbo trabajan con las uñas y en condiciones precarias no solo de infraestructura y materiales para las clases, sino también de seguridad; solo reciben al año unas cuantas capacitaciones con las que el ministerio de educación se lava las manos.
Cabría aquí recordar la célebre frase de la asesina de Shakespeare, Lady Macbeth, en Las tragedias que serviría de parafraseo para el Estado colombiano en materia de inversión educativa en el Catatumbo: “Todos los perfumes de la Arabia no bastarían a lavar y purificar estas manos mías ”(Shakespeare, 1970, p. 366).
Cuarentena
“La región del Catatumbo se encuentra acostumbrada a las cuarentenas, se vive confinado por cuenta de los grupos armados. Causan terror y obligan a las personas a permanecer en la casa ”(profesor entrevistado).
Se define como cuarentena a la acción de “separación y restricción de movimientos de personas que están expuestas a una enfermedad infecciosa, pero que no tienen síntomas, para observar si desarrollan la enfermedad” (ICIM, 2020). La cuarentena se ejerce sobre quienes se sospecha que son portadores o están expuestos a alguna forma de enfermedad contagiosa. El aislamiento por el contrario es “la separación de personas que padecen una enfermedad contagiosa, de aquellas que están sanas” (ICIM, 2020); ambas definiciones, tanto la de cuarentena como la de aislamiento, son medidas sanitarias cuyo objetivo es el control de propagación de enfermedades infectocontagiosas.
Aunque debido a la pandemia de la covid-19 la cuarentena se ha impuesto y hecho visible en muchas partes del mundo, el Catatumbo no es la excepción, por el contrario, ha sido la pandemia el fenómeno que ha visibilizado y le ha dado nombre a las variopintas formas de cuarentena que han existido en la región, desde luego bajo eufemismos como “paro armado”. En el contexto de la pandemia, Human Rights Watch (HRW) expresó su preocupación por los abusos de poder que grupos armados ilegales estaban ejerciendo en diversas zonas del país, dentro de los que se incluye el Catatumbo.
Human Rights Watch examinó 20 panfletos firmados por grupos armados que parecen ser auténticos, según entrevistas con funcionarios de organizaciones humanitarias, líderes comunitarios, policías y fiscales. Por ejemplo, miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Bolívar, en el norte de Colombia, difundieron un panfleto a principios de abril en el cual anunciaban que se sentían “forzados a dar bajas humanas con fines de preservar vidas” debido a que la población no había “acatado las órdenes de prevención en contra del Covid-19”. En el panfleto se indica que “sólo pueden trabajar graneros, droguerías y panaderías”, y aclara que las demás personas deberán cumplir el “aislamiento” en sus casas. (HRW, 2020)
En entrevista realizada a docentes de la zona, todos coincidían en la dificultad de sostener procesos de enseñanza cuando existen presiones externas tan fuertes que controlan de esta manera la vida de las comunidades. El miedo generalizado a incumplir los toques de queda impuesto o las amenazas contra los bienes o la vida obligan a encerrarse en casa. La Unidad de Investigación y Acusación (UIA) la de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) “encontró que, en el Catatumbo, disidencias ordenaron cerrar el sector comercial y fijaron horarios de atención para estaciones de gasolina” (El Tiempo, 2020) .
Otro fenómeno que afecta las clases de los estudiantes en el Catatumbo y los sume en cuarentena es el paro armado que las comunidades catatumberas se toman muy en serio, dado el control que los grupos guerrilleros tienen de la zona. En el mes de febrero del 2020 las comunidades del Catatumbo se vieron afectados por el paro armado decretado por el ELN y saboteado dos días antes por el EPL en una guerra de confrontación entre los dos grupos guerrilleros. En este conflicto, generado por el enfrentamiento “de grupos ilegales por el control del Catatumbo, la población civil queda entre la espada y la pared, víctimas de confinamientos, amenazas, escasez de alimentos y medicamentos, y sin poder movilizarse por vía terrestre o fluvial ”(Semana, 2020). Sin embargo, antes de decretarse el paro armado,muchas comunidades ya se encontraban confinadas por los enfrentamientos armados entre estos grupos. En todo caso, lo cierto es que cuando suena un fusil, no hay clase en la escuela.
Frente a los procesos de aprendizaje, la mayoría de los profesores coinciden en expresar una sensación de desazón y frustración, pues la labor docente exige arraigo, dedicación, concentración, presencia y comunicación, y, dentro de los factores contextuales que perturban el buen ejercicio de la docencia, también se encuentran las interrupciones y obstáculos en el trato con el estudiante. Por ejemplo, el aislamiento preventivo consecuencia de la pandemia conduce a una sensación generalizada de desconocimiento del verdadero avance del estudiante.
Los docentes no saben cómo evidenciar si los estudiantes han aprendido algo, tampoco existe la manera de saber si tienen dudas o preguntas, pues se encuentran privados de formas directas de comunicación con los estudiantes. La epidemia ha permitido observar con mayor detenimiento la brecha digital en la zona del Catatumbo.
La brecha digital es concebida como “la diferencia que existe entre aquellas personas que tienen acceso a las TIC y aquellas que no lo tienen” (Castañeda y López, 2018); es decir, la desigualdad que las comunidades tienen en materia de acceso a la información, el conocimiento de nuevas tecnologías y la posibilidad de educarse mediante su uso.
La pandemia justamente ha demostrado que la inclusión digital está lejos de ser una realidad en la educación del Catatumbo debido a la dificultad para acceder a la conexión, ausencia de puntos digitales, acceso a las TIC y analfabetismo tecnológico.
Incluso, haciendo la revisión documental del Plan de Acción para la Transformación Regional (PART) Catatumbo, sorprende que no está contemplando el tema de la brecha digital como un problema también de la educación rural, pese a que el dato de penetración de Internet en la región es muy bajo.
Figura 1:
Penetración de Internet en el 2018
Fuente: elaboración propia con datos del MinTic (2018).
El cuadro comparativo anterior demuestra que los municipios que conforman solo la región de Catatumbo alto, con excepción de Ocaña, se encuentran lejos de la tendencia nacional del acceso a Internet. La gran masa de población sin acceso a la red se encuentra en zonas rurales y apartadas de los municipios, por tanto, una alternativa para llegar hasta ellos mediante puntos digitales que podrían ser la Internet satelital.
Por otro lado, durante la entrevista realizada a los docentes uno de ellos afirmó que junto a la brecha digital también existe la prohibición por parte de grupos armados, en algunas partes de la región del Catatumbo y circundantes, del y acceso a la Internet. Existe control de artefactos de comunicación como celulares, tabletas, computadores, etc. expresarse libremente se encuentra limitada, la economía se ve afectada, los periodistas tienen dificultades para cargar fotografías y videos que muestran las extralimitaciones y abusos ”(HRW, 2020).
Distanciamiento social
El Catatumbo ha estado distanciado histórico y socialmente del resto del país. El distanciamiento social es una medida sanitaria de prevención que implica conservar una distancia entre individuos para ralentizar los contagios de algún virus o enfermedad y evitar un colapso en los sistemas de salud en momentos de crisis. Un ser humano puede tomar distancia de otro como un acto voluntario o como respuesta a un acto impuesto por las autoridades. Podríamos preguntarnos ¿por qué el Catatumbo está distanciado socialmente del resto del país? ¿Está enfermo y es conveniente guardar cierta distancia hacia esta tierra? ¿Es por su difícil geografía?¿Es por las historias de violencias e injusticias que llevaron a las comunidades y pueblos de esta zona a tomar la decisión de aislarse?,
El distanciamiento social en tierras del trueno es una realidad intrínseca y extrínseca. Extrínseca por la marcada violencia de los últimos cincuenta años que ha relegado a esta zona al olvido y al abandono del Estado; desde afuera nos ven como un territorio violento, peligroso e impermeable. Esto ha permitido que grupos armados y al margen de la ley tomen el control territorial, pasando por encima de las Juntas de Acción Comunal (JAC) y de los liderazgos locales. Además, se ha creado un estigma nacional de zona roja. Incluso el expresidente Juan Manuel Santos afirmó: “el Catatumbo, que es una especie de Bronx a nivel nacional” (El Espectador, 2016). Intrínsecamente, la violencia viene acompañada de armas y de dinero fácil, y ha impuesto el miedo en la región para dominar las conciencias de los pueblos y municipios que conforman la conforman, haciendo que la misma gente de la región sienta desconfianza entre sí. Un ejemplo de esto es que mucha gente no conoce el pueblo vecino, se conoce primero Bogotá, Bucaramanga u otra ciudad. Aquí hay que guardar distancias, no se puede decir, hablar, y mucho menos hacerlo en una casa vecina.
La cultura de la guerra es impuesta a la fuerza. Los niños, lamentablemente, desde muy pequeños ven los asesinados; ven cómo matan a su vecino en la calle, a su papá oa algún familiar cercano, escuchan el sonido de las balas que les perturbaron sus oídos, sienten explosiones de bombas y granadas, incluso saben que algo pasa cuando vuelan los helicópteros. El lenguaje de la guerra permea su inconsciente, por eso nuestros niños utilizan de manera natural términos como paro armado, panfletos, tomas guerrilleras o paramilitares, ajusticiamientos, elenos, pelusos, frentes de las FARC o extorsión. A los lugares de Colombia, como el Catatumbo, donde llega el Estado solo con las Fuerzas Militares (armas, bases, batallones o estaciones de policía) y no con salud, educación, alimentación, techo y vida, derechos fundamentales del ser humano,
Por eso es frecuente que mucha gente de la región sienta distante al Estado colombiano, que aparece, casi siempre, con su presencia militar, acrecentando el ambiente guerrerístico que polariza e impone la violencia. Recordemos el caso de Dimar Torres 2 (Guarnizo, 2019), por citar un caso emblemático de esta región. Hace mucho tiempo se dejó de creer en el Estado, no hay garantías. Es como si el profeta Zaratustra de Nietzsche hubo proclamado el discurso del nuevo ídolo en este territorio:
Estado es el nombre que se da al más frío de todos los monstruos fríos. El estado miente con toda frialdad, y de su boca sale esta mentira: “Yo, el Estado, soy el pueblo”… Donde todavía existe pueblo, éste no entiende al Estado, y le odia, considerándole como un mal de ojo, como un crimen contra las costumbres y los derechos. (Nietzsche, 2017, págs.50-51)
Hay intentos, hay esfuerzos, hay luchas, hay esperanzas y estas las están librando muchas comunidades locales que, unidas a sus Juntas de Acción Comunal (JAC), a sus iglesias, a sus escuelas ya sus líderes sociales, hoy en día amenazados en sus distintos tipos de perfiles (Ávila, 2020, p. 43), creen que es posible otro Catatumbo, diferente al estigmatizado y al contagiado por el virus de la guerra, la ilegalidad, y el abandono, ante el cual hay que guardar distancia social. Queremos resaltar, de entre tantas figuras locales que arriesgan su vida diariamente por esta apuesta, la figura liberadora de los y las docentes de esta región. Ellos y ellas atacan la pandemia de la guerra y de la cultura mafiosa con dosis de cercanía, educación y humanidad. El papa Francisco en el número 28 de la Fratelli Tutti nos alerta de las nuevas mafias protectoras que asolan a los territorios donde se ha impuesto el miedo y el conflicto:
La soledad, los miedos y la inseguridad de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hacen que se vaya creando un terreno fértil para las mafias. Porque ellas se afirman presentándose como “protectoras” de los olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras persiguen sus intereses criminales. Hay una pedagogía típicamente mafiosa que, con una falsa mística comunitaria, crea lazos de dependencia y de subordinación de los que es muy difícil liberarse. (Francisco, 2020, pág.25)
Y ante esta pedagogía mafiosa aparece la esperanza de la pedagogía valiente, perseverante y liberadora de los docentes de la subregión del Catatumbo que, con las uñas, literalmente, tienen que llegar a sus escuelas y dotarlas de lo mínimamente necesario para emprender el maravilloso viaje de la educación que libera a niños y jóvenes.
Si sacáramos una lista de dificultades a las que se debe enfrentar una persona para ser docente en el Catatumbo —o, mejor, llamémosla lista de distancias, a propósito de nuestro tema— podríamos pensar en cinco: distancia geográfica, distancia familiar, distancia profética, distancia de libertad y distancia digital. Distancia geográfica. El docente catatumbero debe tener, antes que cualquier otra cualidad para la enseñanza, una fuerte resistencia física, capacidad de aguante para caminar durante horas, o atravesar carreteras y caminos a lomo de mula o en motos hasta llegar a su escuela, igual sucede de regreso ; además de estar expuesto a adquirir cualquier enfermedad endémica, ya sea por el agua, los mosquitos o la alimentación. “Estos docentes tienen más fe que cuerpo”, nos decía don Esteban Esquivel, campesino de la vereda Vegas del río nuevo en el municipio de Tibú.
Distancia familiar. Aquí se debe estar dispuesto a pasar una o varias semanas sin la familia. Debido a lo largo del trayecto y la situación económica, sale más rentable hacer un solo viaje el domingo y regresar el viernes por la tarde, en muchos casos la escuela se convierte en el lugar de vivienda semanal de los docentes. Distancia profética o de la palabra. En este territorio el docente pierde la capacidad de opinión, de debate, de diálogo, de mediador, debe callar ante las injusticias. Lo que se ve no se cuenta si quiere continuar dando clases. Distancia de libertad. Aquí se es esclavo de la de la vigilancia. Los grupos armados revisan sus clases, celulares, computadores o libros. Finalmente, la distancia digital. La brecha digital es muy grande, la señal de internet es nula y no se cuenta con los elementos necesarios para enfrentar momentos de crisis como la Pandemia actual de la Covid-19. Estas cinco distancias forman parte de la distancia social que deben enfrentar los docentes en el Catatumbo.
El estado de las vías, las distancias geográficas de las escuelas, la mala infraestructura escolar, la influencia de los grupos armados que limitan el ejercicio docente y el aprendizaje de los estudiantes, la violencia que para y fracciona los programas académicos anuales, el miedo que se difunde en los colegios con panfletos y reclutamientos, el abandono estatal y el poco interés de los padres de familia por la formación académica de sus hijos fueron señalados como constantes problemáticas sociales por los diez docentes del Catatumbo, ocho estudiantes y dos egresado de la Universidad Santo Tomás entrevistados para este artículo.
Conclusiones y recomendaciones
La célebre frase la belleza salvará al mundo puesta en boca del príncipe Myshkin en la novela El idiota(1869) de Fiódor Dostoyevski puede convertirse en una brújula cultural de inversión social en el Catatumbo, desde la perspectiva de bienes inmateriales. Es urgente para la región una apuesta por la belleza, es decir, por las artes: la música, el teatro, la danza o la pintura. Es necesario el desarrollo de programas que apunten a la promoción de bienes culturales, que protejan y difundan el patrimonio inmaterial de la región mediante acciones que promuevan las artes, sensibilicen, eduquen y formen a las nuevas generaciones en una apuesta por lo bello. La conformación de escuelas y academias para las artes puede ser una alternativa efectiva para el rescate de las generaciones de la guerra, brindando otras alternativas a los niños y jóvenes, diferentes a las del conflicto o el narcotráfico.
Incluir dentro de los planos de Gobierno tanto local como nacional el establecimiento y la implementación de puntos digitales puede contribuir a ir cerrando la marcada brecha digital del Catatumbo. Una alternativa, debido a la difícil geografía de la región, podría ser la implementación de los puntos digitales satelitales, bajo la tutela de las Juntas de Acción Comunal (JAC), cuyo impacto y autoridad es reconocida en la región, dado que la acción social en el Catatumbo ha sido protagonizada, en ausencia del Estado, por las JAC.
Se hace urgente y necesario adelantar y continuar el proceso del concurso de directivos docentes y docentes de las zonas afectadas por el conflicto, priorizado y reglamentado por el Ministerio de Educación Nacional bajo el proceso de selección n.º 601 de 2018, cuyo objetivo es “ la provisión de vacancias definitivas pertenecientes a la planta de cargos destinada exclusivamente a la prestación del servicio educativo en instituciones educativas ubicadas en las zonas afectadas por el conflicto armado ”(MEN, 2017), así como la urgente vigilancia de los procesos de selección de los docentes que se encuentran en cargos de provisionalidad bajo el decreto 882 de 2017, quienes han sufrido el chantaje por parte de políticos locales y regionales para que los docentes hagan parte del capital electoral.
La mayor parte de la población catatumbera es campesina. El trabajo en el campo es un signo que dignifica a esta población. Pero el campesino se enfrenta a una dura realidad en sus campos ante el mal estado de las vías, el conflicto armado, el narcotráfico y la influencia de los grandes empresarios que tienen el monopolio, o siembran monocultivos legales como la palma africana, también llamadas desiertos verdes, o ilegales como la coca, ambos destruyen la flora y la fauna nativas y homogenizan los paisajes variados de estas hermosas tierras. Es urgente educar a los campesinos de esta zona en el cuidado y reserva de este parque nacional, tierra sagrada de los barí, promocionar y cualificarlos técnica y éticamente en el cuidado de las fuentes hídricas y en alternativas que hagan frente al cambio climático.
Las mujeres del Catatumbo han tenido que enfrentarse a la rudeza de esta zona, que además es marcadamente machista. Aunque no hay un movimiento feminista que tome las banderas reivindicativas, existen muchas lideresas que desde su mística y su belleza femenina han sabido liderar, contra toda violencia, procesos de humanización y educación. Desde sus familias, en barrios, veredas, escuelas, colegios, cooperativas, emprendimientos y proyectos comunitarios enteros hay mujeres luchando desde su condición de madres solteras, viudas, jóvenes sin estudios, víctimas del maltrato físico y psicológico por parte de los varones, como violaciones sexuales, y con bajos recursos económicos. Urge una educación de la protección y el cuidado de la mujer en estas zonas periféricas de Colombia que cobije jurídica y pedagógicamente los derechos de la mujer.
Hay que hacer una apuesta a nivel de cátedras de la paz en los colegios y escuelas de la región. Las universidades presentes en esta zona están en la obligación de educar profesionales para la paz. Es no solo respondedor a las necesidades físicas y de infraestructura de la región, que son relevantes y urgentes, sino también sentar las bases sólidas para un proceso de reconstrucción de la confianza cívica territorial, de tal manera que el posconflicto, es decir, la etapa de construcción de paz, puede tener un horizonte cierto de reconciliación, convivencia y sostenimiento del mismo. De ahí la urgente orientación y acompañamiento del joven catatumbero mediante la creación de espacios de reflexión, pensamiento, educación y expresión,
En este deseo colectivo de la consolidación de la paz se hace efectiva la encarnación de una política pública para la puesta en práctica de la paz territorial. Dentro de los grandes pilares que constituyen el PATR Catatumbo y los PDET se encuentra la estructura sobre el cual se encarnan los acuerdos firmados en el teatro Colón, que pueden abrir el horizonte para una intervención efectiva del Estado colombiano y que devuelva la confianza en la institucionalidad y contribuya de manera efectiva a la construcción de la paz territorial.
¿Nos ha cambiado la pandemia ?, ¿seguiremos igual que antes? Los hechos demuestran que el ser humano no ha cambiado lo suficiente, pero tenemos en este momento histórico una gran oportunidad de desaprender la guerra, las divisiones de los pueblos, la cultura de la violencia y la corrupción y fomentar la solidaridad, la fraternidad y la paz.
Notas
1. Este artículo de reflexión es el resultado de una investigación cualitativa mediante entrevista abierta a egresados y estudiantes de la Universidad Santo Tomás que laboran como docentes en el Catatumbo.
2. Dimar Torres Arévalo fue un excombatiente de las FARC-EP, firmante de la paz, asesinado por el Ejército colombiano el 22 de abril del 2019 en la vereda Carrizal, municipio de Convención, Norte de Santander.
Referencias
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** Candidato a doctorado por la Universidad Pontificia Bolivariana, Sede Medellín, Colombia. Magíster en Teología Bíblica por el Instituto Católico de París, Francia. Actualmente ejerce como coordinador de la Universidad Santo Tomás, Centro de Atención Universitaria (CAU) Ocaña, Colombia. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.; Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2391-684X
*** Magíster en Humanidades por la Universidad Católica de Oriente, Rionegro, Colombia. En la actualidad ejerce como profesor en la Universidad Santo Tomás, Centro de Atención Universitaria CAU Ocaña, Colombia. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.; Orcid: https://orcid.org/0000-0003-3314-1822
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
Revista Sol de Aquino. ISSN 2744-8487 (En línea) Número 20 (julio-diciembre de 2021)